A los íntimos les funcionó la receta de siempre: gente de la casa y toque quimboso para volver a encandilar a sus hinchas. Igual, no bastó para el objetivo principal, ese de los tres puntos.
Fotos: ANDINA
Cuarenta y cinco minutos de fantasía. Como ni siquiera el último buen equipo aliancista, ese de Pelusso y Viera, había logrado cuajar en su campaña victoriosa de 2006. Puede que tampoco el pragmático once del argentino Costas. Al ritmo de Montaño, Alianza tocaba como lo hacía en algunos partidos -solo algunos- el equipo del Centenario con Palhinha como director de orquesta.
Y es que a Alianza siempre le funciona volver a las raíces. Desde los tiempos de Villanueva, el camarín íntimo está acostumbrado a ser dominado por un capo, algún ícono que todo lo domina y a cuyo ritmo todo lo demás en Matute, dentro y fuera de la cancha, se mueve. Heredia, Zegarra, Cubillas: apellidos herederos de ese grial íntimamente santo. Como Soto en los noventa, como Jayo como su alter ego en la cancha hoy que 'Pepe' se estrenó en el banco.
Ese aura tan blanquiazul no está asociado, huelga decirlo, con la disciplina. Y si Arrué, un amigo del jugador por excelencia, terminó expectorado de Matute por problemas que más tenían que ver con su pobreza de plantel que con sus deméritos técnicos, hoy ese mismo equipo, limitado en variantes y con el único injerto de Aguirre, corrió evidentemente más motivado y comprometido con el vestuario. Intimidad, que le dicen: a Uribe le dijeron no, entonces hay que demostrar por qué Soto sí.
Esa lógica chata, la de rendir según camaraderías, es propia del fútbol peruano y, sobre todo, afín a la historia de Alianza. Y acaso constituye una variable explicativa de por qué el club íntimo nunca ha conseguido destacar internacionalmente. Basta mirar a a Aguirre, un jugador al que le fue pésimo afuera, regresó a su casa, fue figura y salió cambiado en olor a multitud.
Que lo sepan todos allá en la punta de la tabla: este Alianza, comprometido con su técnico, va a meter miedo en el torneo local si repite sus primeros 45' ante Cristal. De lo que venga luego, de ese concepto llamado largo plazo -que va más allá de una Libertadores-, preferible es no preguntar. No vaya a ser que 'Ropita' Benavides comience a hacer goles.
Por la decisión de Oblitas, el partido del Cusco se desvirtuó y solo quedó como mancha estadística que el club rimense recibiera una goleada contundente por parte del 'Rojo'.
Foto: Diario del Cusco
Juan Carlos Oblitas es un técnico serio, que ha trabajado por años construyendo un prestigio bien ganado. Quien escribe, considera, además, que es el personaje más influyente en el desarrollo que el fútbol peruano pueda haber alcanzado durante los últimos 20 años, al haber sido el primero que aplicó sistemas tácticos que nadie usaba en el desordenado fútbol local de finales de los ochenta (como el 3-5-2) y, sobre todo, manejado una filosofía coherente durante la década de los noventa con la selección nacional, pese a haber tenido mucha -en buena parte incompetente y malintencionada- prensa en contra.
Pero preferencias y subjetividades al margen, a Oblitas nadie, con todas las críticas que haya podido recibir de ciertos sectores a lo largo de su carrera, podría acusarlo de informal o conspiracionista. Por esa imagen de seriedad que ha acuñado, probablemente, él era el menos indicado para tomar una decisión como la de esta tarde, al enviar un equipo Sub-20 al campo por estar en contra de la bolsa de minutos y terminar por enlodar una jornada de fútbol y restarle brillo al campeonato.
Al margen de los sinsabores, el tema de fondo es cómo este ejemplo repercute sobre el cumplimiento de una norma que pretende promover la aparición temprana de jugadores. Hoy, los debutantes fueron cinco: Juan Arce, Diego Minaya, Juan Diego Lojas, César Ruiz y Julio Cabrera, quienes deportivamente tendrán que contar poco sobre este partido más allá de haber agregado -junto a los otros juveniles que ya se habían estrenado (Bryan Salazar, Daniel Sánchez y Manuel Tejada)- un total de 611 minutos para la bolsa. Es decir, el 53.6% de los 1,140 minutos exigidos por la bolsa, y en un solo partido.
Todo desvirtuado. A partir de ahora, el mal ejemplo podrá ser seguido. Por citar un caso, ya José Ramírez adelantó que podría hacer lo propio en algún partido que a Atlético Minero le toque afrontar en Lima. Y si bien la decisión no es irracional en términos prácticos, el fútbol requiere que sus actores más racionales -entre los que siempre ha figurado, en el pelotón de vanguardia, Oblitas- sean quienes den sentido a las normas que se establecen y no contribuyan a escamotearlas o a aprovechar los "huecos" que ellas dejan.
Ciertamente, el sistema era de plano imperfecto. Haber obligado a tener uno o dos jugadores menores de 20 años en lista, como se aplicó en temporadas anteriores, quizá, podría haber constituido un sistema más efectivo. Pero dada la norma, y con todo lo absurda que pueda parecerle a alguien, buscar que cause efecto es lo más sensato. Hay que decirlo hasta el cansancio: al fútbol peruano, de donde está solo lo va a sacar la poca gente inteligente que lo rodea. Oblitas es muy inteligente, y por eso, él sabe bien que lo de hoy, más que sumar minutos, termina restando.
Roberto Carlos Palacios Mestas (Lima, 28 de diciembre de 1972) escribió el último fin de semana una nueva página de éxito en una foja de servicios llena de emociones que no son solo de color celeste. El ídolo dijo presente otra vez, y con eso recordó la obligación que tiene el entorno del fútbol de respetar los escasos símbolos de los cuales dispone.
Hace menos de un mes, en la explanada del estadio San Martín de Porres, Roberto Palacios era uno de los últimos jugadores en salir del camarín de Sporting Cristal luego de la victoria 2-0 sobre Sport Áncash. Un poco por la avanzada hora y otro tanto porque los protagonistas de la tarde habían sido otros, al ‘Chorri’, como nunca, no lo acosaba ningún micrófono o cámara.
DeChalaca.com interceptó en ese momento a Palacios y sin mayores preámbulos lo acometió con una pregunta directa: -Hola ‘Chorri’, una duda, ¿desde cuándo no metes un gol de cabeza? El volante recibió la excéntrica interrogante con la sorpresa propia de la estrella acostumbrada al clásico “¿cómo te sientes luego de la victoria?” reporteril. Luego de que los redactores de esta página se apresuraran en aclarar que la consulta obedecía a que durante el partido ante los ancashinos se lo había visto cabecear inusualmente hasta tres veces con peligro sobre el arco de Harold Quiroz, el ‘Chorri’ respondió: -“Jugando acá no recuerdo casi ninguno. Pero los últimos fueron en Ecuador, en un partido contra el Olmedo”.
Así quedó registrado en el artículo correspondiente, aunque 13 años no pasan en vano para cualquier memoria, sea de futbolista o periodista: evocado el dato, más de un acérrimo hincha celeste habrá recordado esa tarde frente a Unión Minas en octubre de 1994 cuando un testarazo de Palacios sombreó a Dionisio Gil y les dio a los rimenses un empate que les valió el primero de los tres títulos nacionales del mejor ciclo de su historia. Valga la magia del video para salvar el olvido; pero, por fortuna para el fútbol, aún no ha llegado el tiempo de que el ‘Chorri’ haga vivir a la afición solo de recuerdos.
Por eso, cuando el último sábado Palacios definió de cabeza un clásico que la ‘U’ bien pudo inclinar hacia su lado, las sonrisas no solo despertaron del lado rimense. A ese chorrillano que se sacó una vez más en su carrera la camiseta, la blandió por los aires y se ganó por eso una amarilla en el Perú lo quieren casi todos, así el polo que ese día vestía debajo ya no fuera rojo en honor del país ni dijera que amaba a este. Era la vuelta al ruedo de un símbolo, el nuevo renacer de uno de esos jugadores sobre los que algún día uno hablará a los nietos con tono a leyenda para contarles que uno estuvo en el estadio el día que el ‘Chorri’ hizo un gol que podría, quién sabe, comenzar a salvar la peor campaña de la historia de su querido Sporting Cristal.
Palacios es, por antonomasia, el ídolo hecho a la medida del hincha peruano. Esmirriado, calladito, de bigote incipiente aun bien pasados los 30, humilde como el personaje que lo caracteriza en el Especial del Humor cada sábado por la noche. Es el ‘Chorri’, “mano”, el jugador al que el ciudadano de a pie siempre querrá que le concedan una oportunidad y que, en solo cuatro días, ha pasado de ser condenado al asilo en cada artículo que se escribía sobre la oscura campaña celeste a ocupar populistas titulares que lo ponen con un pie en el once que enfrentará a Brasil el próximo 17 de noviembre.
Opiniones al respecto hay muchas y para intercambiar pizarras con 'Chemo’ del Solar existen otros espacios. Por acá, solo merece al respecto apuntar que hace poco más de tres años, a finales de marzo de 2004, cuando Perú cayó 0-2 en Lima frente a Colombia por las anteriores Eliminatorias, la amarga salida del estadio Nacional podía acompañarse como fondo por la voz de un locutor radial que con tono de máxima categórica decía: “Ha llegado el momento, señor Roberto Palacios, de decirle muchas gracias por los servicios prestados y a su casa se ha dicho”. Quien suscribe recuerda haber mirado con rabia a aquel gordito barbón faltoso y solo haber tenido su despreciable imagen en la mente una vez más hasta el último sábado: cuando solo tres meses después de ese partido con Colombia, el ‘Chorri’ sombreó a dos bolivianos en el arco Sur del mismo Nacional y bailó marinera con 45 mil almas en la apertura de la Copa América de 2004.
Ese gol explica por sí sola una de las tres inonimias que el apellido Palacios implica para una generación de hinchas peruanos: el juego elegante que dizque el fútbol de este país ha acuñado a lo largo de la historia. Las otras dos bien pueden ser explicadas por los sendos tantos que acompañan al anterior en el video que complementa estas líneas (Fuente: You Tube / Usuario: teamblancoyrojo): el inevitable carácter mesiánico de cualquier héroe enfundado en colores blanco y rojo, como cuando le convirtió a Venezuela para definir un partido agónico en 2000, y la audacia vestida de amor patrio que un pequeño sacó de la galera para clavarle una estaca al gigante Chilavert en su vértice superior izquierdo al inicio de esa misma Eliminatoria.
Aquel ‘Chorri’ de las imágenes ya no era el mismo de los largos remates desde fuera del área de los noventa. Como ahora, cuando emplea la cabeza para gritar gol, tampoco es el jugador de hace un lustro. Es, sin embargo, el tipo de ícono que el fútbol de este país necesita para volverse un producto creíble para sus consumidores. Si hace un año al Clausura le daban vida el espíritu guerrero de Jorge Amado Nunes y sus victorias sobre el rival de siempre, a este campeonato en el que hasta el descenso parece una norma sin piso nada le viene mejor que la resurrección del juego de uno de sus jugadores de mayor nombradía para regalarle interés y expectativa en las tribunas.
Por todo eso, la lectura es contundente: al ídolo hay que cuidarlo y respetarlo cual reliquia arqueológica. Se puede opinar que no es adecuado que lo convoquen a la selección o sea titular en su club, pero jamás retirarlo o enviarlo a sus cuarteles de invierno. Aunque quizá sea prematuro afirmarlo, es posible que Palacios en poco tiempo pase a ser una especie de “nuevo Cueto” que llenará estadios en partidos de exhibición a la sola mención de su apellido pese a haber compartido generación con jugadores que llegaron a ligas internacionales más renombradas. Cuando siga siendo el personaje que siempre concederá una entrevista de buena gana e incluso, como ocurrió el sábado, rompa él mismo el protocolo del departamento de prensa de su club para buscar a los medios y compartir su alegría -al borde de las lágrimas- con las cámaras y micrófonos que hace menos de un mes no lo perseguían.
¿Cómo no valorar a ese tipo único que no es el Drogba ni el Romario de los pobres sino el ‘Chorri’ de la gente, ese al que nunca le importa ganarse una tarjeta amarilla por sacarse el polo y compartir su emoción con el público?
Sporting Cristal vive horas difíciles. Lo que hasta hace pocas semanas era una broma de tribuna rival, la posibilidad del descenso de categoría, hoy asoma como una opción real visto el desempeño rimense en el arranque del Clausura. ¿Cuáles son los íconos de la crisis cervecera?
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Amargura: Cristal no quiere jugar al fútbol. Tras las jornadas iniciales del Clausura, los celestes pueden exhibir a sus hinchas algo peor que la seguidilla de resultados negativos: apatía por saltar al campo y un deseo inigualable de que el árbitro pite el final de los partidos desde que estos se inician. Lo que extraña es que seis de los habituales titulares sean formados en el club, y por tanto estén teóricamente identificados con él: Delgado, Prado, Villalta, Rebosio, Lobatón y Palacios. A ellos podría sumárseles Jorge Soto como capitán emblemático de los últimos años. Lo curioso es que el más luchador proviene de afuera: Luis Alberto Bonnet, quien acaso sí tiene claro lo que es sufrir por surgir en un club con incomodidades (el Atlanta de su país) y tener éxito en una institución modelo como Cristal.
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Vergüenza: Cristal está en posición de descenso. Podía interpretarse como el típico canto posterior al “ay, ay, ay, ay, qué risa que me da”, pero la realidad no miente. En el torneo local, durante las últimas dos temporadas, las diferencias entre grandes y chicos se han aplanado producto de algunos buenos trabajos institucionales (San Martín y Bolognesi) y algunas influencias de altura (Sport Áncash). No hay más partidos ganados por default ni el San Martín de Porres es más el cementerio de nadie externo al propio Cristal: los tres años de imbatibilidad que mantuvo en dicho estadio desde su reinauguración en 1995 hoy saben a añejo recuerdo. Equipo que suma en casa, campeona: lo sabe bien Oblitas desde los noventa. Equipo que pierde en casa y no recupera esos puntos afuera, desciende: ¿sabrá alguien conjugar ese verbo en La Florida?
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Asombro: Cristal no ha mejorado a pesar del regreso de sus ídolos. Ni Palacios ni Oblitas son magos. Y no por viejos ni caducos: más bien están afrontando un escenario nuevo en sus historias celestes, en el que ya no pelean un campeonato ni -sobre todo- los rivales les temen, como ocurría en la década pasada. En 1990, cuando el Ciego llegó al Rímac, se había vivido un momento tenso tras la eliminación ante los clubes chilenos en la Libertadores con los argentinos López y Cavallero, y luego con la poca afortunada campaña el chileno Eugenio Jara. Pero nunca algo como el último lugar, y de hecho entonces Oblitas logró el noveno puesto del segundo Metropolitano con la idea fija en sentar bases para campeonar en 1991, objetivo que logró en un equipo basado en jugadores experimentados. ¿Habrá querido confiar en la misma estrategia esta vez? Un apunte: aquel equipo que empezó jugando al ritmo de Antón, Navarro y el propio Julio César Uribe, terminó campeonando con los recién surgidos Pablo Zegarra, Maestri y el mismo Chorri como emblemas. Es solo un apunte.
La campaña de Cristal en 1990 fue una de las peores en su historia. Aquí enfrenta a Huaral en la Libertadores de aquel año (Foto: El Comercio)
(H)
Ceguera: Cristal no la ve con los refuerzos. En La Florida hay muchos más ciegos que Oblitas desde hace buen tiempo, y si alguien decide abrir el chopp para mejorar el plantel antes del cierre del libro de pases, es preferible que los consejeros de siempre sean mantenidos bien lejos. Las comentadas contrataciones nefastas de zagueros centrales a lo largo de los años noventa en el club celeste eximen de comentarios: no pegaron una sola. Y si más bien la tradición histórica de Cristal fue acertar con los refuerzos ganados a otros clubes del medio, este año haber empezado las compras por un jugador como Edison Chará que venía de cometer una gravísima falta ética -abandonar a Cienciano en plena final contra Alianza Lima, quién sabe por qué tipo de motivaciones- no hizo sino contraponer los valores históricos de la institución cervecera. Al colombiano, dicho sea de paso, la camiseta nueve le ha quedado muy grande para ejecutar alguna rabona este 2007. Hasta el momento, hay que reconocerlo, el mejor refuerzo de Cristal en el año ha sido la contratación de Alan Diez como jefe de prensa, cuya eficiencia resulta un gran aporte a quienes cubren informaciones en el club.
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Incertidumbre: Cristal no sabe cuánto más tendrá que sufrir. Amén de los resultados de los clásicos de esta semana –ya Oblitas habría deslizado que si va a pelear la baja luego de esos partidos preferiría hacerlo con juveniles-, se ve difícil que la crisis celeste se resuelva del todo antes de diciembre. Y aunque ya haya ocurrido que la celeste remontó en un solo torneo corto desde las últimas ubicaciones hasta lograr el título (Clausura 1998, con Franco Navarro en sucesión del Chiqui García), esta vez el pasivo es tan grande que hasta el más fanático del Extremo parece haberse resignado a que el 2008 será el primer año sin presencia internacional imense en catorce temporadas. Tras haber comenzado el calendario con una espantosa goleada ante el América mexicano y haberlo adornado con otra en domicilio propio frente a la Liga Deportiva Alajuelense, unas vacaciones continentales no saben tan mal. La idea, por cierto, es que ellas puedan tomarse desde la comodidad de una pretemporada dura y no resembrando el césped del San Martín para que este vuelva a albergar partidos de Segunda División como en los años ochenta.