Foto: Diario de Chimbote / Captura: CMD
Acá nadie, ni por asomo, va a hacer eco de la hediondez farandulera que rodea al fútbol. No se trata de prestar oídos a ese runrún putrefacto de ampayes y cámaras ocultas que convierte en noticia lo insulso y ha capturado hace algunos años buena parte de la televisión peruana para convertirla en la industria de la estupidez. Sí se trata, en cambio, de observar cómo la mayor promesa del fútbol peruano actual destila rabia como si sintiera que medio mundo está en contra de él, en visible señal de que hay gente en su entorno que le anda metiendo esa idea en la cabeza.
Manco viene jugando en discreto nivel desde que empezó el año, y hace algunas semanas adornó titulares con sus desafortunadas declaraciones acerca de su desgano por seguir jugando en Alianza Lima. En DeChalaca.com, en realidad, no nos interesa en qué invierta Manco en su tiempo libre ni los rumores al respecto; pero sí expresamos preocupación por un desvío notorio de la concentración de un jugador cuyo talento nos importa a todos los que realmente amamos el fútbol. Hasta finales del año pasado, la madurez en sus declaraciones y la figura sobria de su madre otorgaban al ambiente del fútbol un sano y extraño ejemplo de formación familiar sólida. ¿Dónde se quedó -o perdió- toda esa coherencia?
Por eso, más que las portadas y fotos que seguramente venderán un nuevo capítulo de su telenovela mañana, lo que realmente preocupa es que Manco se crea que con un gol horrendo -de chiripa o champa, dirían en el barrio- les tapa la boca a sus detractores. Como se lo creía Sotil cada vez que convertía, hasta quedarse en estatus de promesa eterna y terminar, ahora, mendigando por un puesto de titular en José Gálvez. Seguramente, el ‘Cholito’ también venderá ejemplares; y aunque por su bien y el del cuadro chimbotano queda esperar que siga por ese camino, la racionalidad de que carece este país de segundas oportunidades obliga, cuanto menos, a esperar ello con escepticismo.