Tras la debacle en Quito, no hubo mejor respuesta del auténtico fútbol peruano, ese que se juega domingo a domingo con la misma gente -poca, pero fiel- en las tribunas, que una fecha llena de emociones y buenos partidos. En tiempos en que cualquiera habla (mal y para mal) sobre fútbol, cabe rendir un reconocimiento a quienes lo mantienen vivo en el país.
Durante los últimos días, el entorno del fútbol ha estado sujeto a una cantaleta acostumbrada para los últimos años: derrota estrepitosa, calificativos vergonzantes, dimes y diretes entre jugadores, viejas “glorias” en metódica labor de crítica, búsqueda de chivos expiatorios, videos dizque acusadores, ayayerismos y compadrazgos evocados por doquier, generalizaciones de rigor y el infaltable “que se vayan todos”. Claro, con la diferencia de que, esta vez, en el Perú efectivamente todos queremos que se vayan todos los que tienen que ver con la Federación Peruana de Fútbol, aunque eso a estas alturas ya caiga en la categoría de coro de misa.
Está dicho por esta página que cualquier hijo de vecino tiene perfecta legitimidad de vivir y consumir el fútbol como mejor le plazca. Por lo mismo, es válido que cualquiera que tenga una tribuna mediática pueda dedicar espacio en ella a hablar sobre la selección. Así para quienes sentimos el fútbol como algo esencial resulte regurgitante, por ejemplo, leer a periodistas políticos opinando superficial y biliosamente sobre planteamientos de juego; a plurifacéticos cronistas que con honestidad reconocen jamás haber pateado una pelota lanzando recomendaciones acerca de cómo terminar con el fútbol definitivamente; o a la industria de la estupidez farandulera exigiendo a la prensa deportiva investigaciones policiacas en lobbies de hoteles.
Sin duda, de esas otras orillas surgirán las voces que califican de mediocres a quienes siguen el torneo local o aplauden el nivel de los partidos que en él se juegan cuando el que se disputa en Europa es superior. No faltarán los que digan que toda la prensa deportiva es bullanguera porque ensalza ídolos en partidos como estos o construye titulares rimbombantes y exagerados. Hay parte de cierto: estamos en un medio en el que la fufulla vende y varios siguen ese camino.
Y por que existe gente que sí sabe vivir el fútbol, es que este no muere cuando te humillan 5-1. Porque al clásico se temió que nadie fuera, pero el Comando y la Trinchera llegaron a Matute y pusieron colorido a la tarde. Ante ese marco, los equipos se esforzaron y regalaron un partido que como mejor prueba de que agradó a todos dejó el hecho de que el público saliera satisfecho del estadio pese a que el resultado perjudicó a íntimos y a merengues. Probó también la tarde que cuando la Policía Nacional tiene ganas de trabajar bien, no es necesario llevarse clásicos a Chimbote para provocar la ocurrencia de muertes absurdas.

A los miembros de la Banda del Basurero, por ejemplo, les avisaron con menos de 24 horas de anticipación que su equipo no jugaría el domingo sino el sábado. Sin duda, ello no sorprende de la incapaz directiva de Silvestri Somontes, que anunció un partido (contra Boys) en un estadio que estaba alquilado para otro evento, se enteró de ello el mismo día y luego lo reprogramó en plena Eliminatoria y en horario nocturno, para pagar el costo del alumbrado con el dinero que sus arcas
no tienen. Pero a la Banda eso no le importó porque ella sigue a su equipo aun con el estadio cerrado, y llegó al Monumental para espectar los mejores 45 minutos de fútbol en lo que va del Clausura en un infartante 2-2 contra la San Martín.

Por eso, en medio de tanto maltrato, vaya desde acá el reconocimiento al hincha verdadero, que es el que con su dinero y aliento mantiene encendida esta fiesta en partidos como los de este fin de semana, y no necesita ponerse camisetas brasileñas o portar al estadio camaritas como las de Burga -que al fin y al cabo termina siendo un presidente de Federación digno de los turistas del fútbol- para disfrutar del juego más hermoso del mundo. A esa gente, a la que un 5-1 en contra, más que facilitarle el discurso viperino, le lacera el alma, el fútbol peruano le debe la vida.